Ocio Programado. Capítulo 28

Andrea y Ricardo se encuentran entre reflejos y los bramidos del bosque en un nuevo domingo de ocio programado.

I

Oigo golpetear mi corazón:
bombo legüero,
baguala encarnada,
ecos de voces lejanas

Antiguas tonadas
buscan ser cantadas
Copleros dormidos
despiertan en calma.

Retumba con fuerza
el corazón en su jaula
¡Urge la copla
pa’ liberar el alma!
Lastima mi canto

la noche estrellada.
El golpe en el parche
de profundidades habla

Mi voz se hace eco
uniéndose a la montaña.
La luna es testigo
que el tiempo se para.

Detiene su ritmo,
no hay más que vidalas
y mi corazón bombeando
música sagrada.

II

Donde aparece el miedo
calla la palabra.
Asfixiada en mi garganta,
ahogada en el silencio,
despojada en su sentido,
extraviada sin su voz.
Anulada.
Inhabilitada.

Vuelta hacia adentro,
acobardada,
se esconde,
no muere,
muta su aspecto,
se hace síntoma
y habla…

III

Inmersa en estos ruidos disonantes
que se vuelven cotidianos,
sigo hallando un hueco dentro
donde busco cobijarme en calma.

Necesidad de gestar palabras
que aún no fueron alumbradas
Urgencia de permanecer callada
y escuchar cantar la savia.

Se oye en ella una plegaria
por el latido acompasada
Desentrañar en mis lenguajes,
el derecho a ser amada.

Expresarme sin censuras,
a colores, o entre notas con escalas
Liberar el pensamiento,
conectarse con el alma.

Permanecer en el presente,
hacer en el tiempo una pausa,
y dejar que la melodía
dibuje su propia danza

IV

Detrás de los muros
sedientos de calma
se escuchan bramidos
del bosque y su fauna.

Recojo entre sueños
vestigios de un alma,
perdida en la bruma
de tierra olvidada.

Se escucha un sonido…
en el cuerpo se encarna:
dolores ocultos
y voces calladas

Tensión que no alivia,
penosa velada,
presiona por dentro,
con dolor, su demanda

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