La poesía es, muchas veces, una búsqueda, una pregunta lanzada al aire, una voz que espera eco. Cicatrices como brújulas (Halley Ediciones), el primer poemario de Belén Molfino, son los ecos que responden a la voz propia, una recopilación de las respuestas que fue encontrando cada vez que se chocó con una pared o con un espejo.
El libro está dividido en cuatro partes. Las tres primeras nos llevan a atravesar todo lo aprendido a partir de el infinito terreno de los quizás, de los que hubiera pasado si; la última, a encontrarnos con el deseo escrito como promesa de todo lo que aún queda por desaprender. El personaje se transforma frente a nosotros, poema a poema vemos a “la chica del espejo” finalmente abrir los ojos y verse.
Actualmente el libro está en etapa de preventa. Se puede comprar para colaborar con su impresión en este enlace.
—¿Cómo nació Cicatrices como brújulas?
En el 2020 empecé, casi sin querer, un viaje interior en el que me enfrenté con mis sombras más profundas. Como mucha gente en la cuarentena, creo, no me quedó otra que mirarme a los ojos y sacar de a poco lo que había ido escondiendo debajo de la alfombra. Fui cruzando puentes, mares, unos más difíciles que otros, siéndome honesta después de mucho tiempo. En el medio me permití, por primera vez, enamorarme y hacer algo al respecto. Podría decirse que no me fue muy bien, pero aprendí muchísimo de esa experiencia. Prendí fuego mis propios miedos, dejé que me quede el corazón al rojo vivo, pasé de ser una muralla a no tener paredes que me protejan. Un día, me di cuenta de golpe que me había perdido, que tenía el norte en cualquier lado menos donde tenía que estar y decidí empezar a buscarlo para reencontrarme conmigo. Fue un viaje largo, con una brújula rota, sin saber realmente a dónde iba, pero escuchando mis propios deseos por primera vez en mucho tiempo. Cuando llegué a destino me di cuenta que, sin darme cuenta, había hecho una bitácora con poesías. Tenía un registro de todo eso y sentí que tenía que convertirlo en un libro. Terminé juntando los pedazos en un aislamiento por Covid y nació Cicatrices como brújula.
— El libro está dividido en cuatro partes: el iglú, el deshielo, el río, la búsqueda del norte ¿por qué?
Cuando lo estaba escribiendo y empecé a ordenar las poesías, lo dividí naturalmente, sentí la necesidad de tener esas cuatro partes. En principio, se lo adjudiqué a la idea de que se sintieran como «capítulos» de una historia, después entendí que estas divisiones reflejaban las etapas de un viaje, de un proceso. Finalmente, las nombré así haciendo alusión a estas partes del camino que iba recorriendo, quería que el lector también sintiera que estaba transitando el viaje conmigo. Y además, ningún viaje largo se hace de un tirón ¿no?
— En el poema titulado memoria, inicias la lista de recuerdos con un «aprendí a andar en bici» ¿cómo fue aprender a andar en bici?
Me acuerdo que me costó bastante. Tardé demasiado en sacarle las rueditas, por miedo a caerme, supongo que siempre me dió miedo perder el control jaja. Lo que sí me acuerdo muy vivido fue el momento en el que anduve sin rueditas sola por primera vez, la sensación de animarse a pesar del miedo es siempre memorable y hermosa. Me gusta pensar que animarse tiene como recompensa el vientito en la cara.
— En otro poema decís «sospecho que en el lado perfecto de la vida debe hacer frío» ¿de qué lado de la vida estás vos?
Del imperfecto definitivamente, por suerte jaja. Intenté por muchos años estar del otro, pero vivir despeinada es un precio justo a pagar por sentir el calorcito del sol en la cara.
— y en otro deseas «que te olvides de esas voces, / (Que te acuerdes de la mía)». Para vos ¿la poesía es un intento de ser recordados, una manera de resolver nuestro deseo de permanecer?
— Qué buena pregunta. Sí, totalmente. Creo que para mí la poesía significa no olvidar, en general. No olvidar caras, gestos, voces, momentos, imágenes, detalles, risas. Es, quizás como decía antes, una bitácora y a veces lo que no quiero olvidar es a mi misma. Anotar las cosas, para no tener que repetírmelas. También es una forma de no ser olvidado, claro, o al menos es una ilusión de que eso no suceda, quizás una esperanza de haber dejado marcas en otros que alguna vez nos marcaron.
— Nombrás a muchas personas en el libro, en especial en el poema mezcla. ¿Esas personas atravesaron también el proceso de armado del libro?
— Sí, en “Mezcla” nombro a varias personas de mi familia, algunos lo saben y otros se van a enterar cuando lo lean. Diría que las personas que más formaron parte del armado fueron mi papá, mi mamá y mi abuela, son los que escucharon muchas de las poesías antes que nadie, incluso antes de que fueran libro, fueron un apoyo muy grande para mí en el proceso.
— Contanos un poco sobre la tapa ¿Quién la diseñó y qué significa?
— La tapa tiene un significado muy importante para mí, principalmente porque la dibujó mi abuela. Ni bien supe que iba a escribir el libro, lo primero que hice fue preguntarle si se animaba a ilustrarme la tapa. Fue un proceso muy lindo y fue hermoso compartirlo con ella. Fue la primera que leyó el libro terminado y ahí se puso a dibujar. Yo le pedí que hiciera lo que quisiera, con total libertad y salió ese dibujo precioso. Ella decidió incorporar distintos elementos que representaran varios poemas que eligió y además que estuviera presente la esencia del libro. Principalmente significa el camino recorrido, la búsqueda, el desarmarse para volver a armarse. Lo resumen muy bien las dos preguntas que acompañan el dibujo : ¿Quién soy? y ¿Hacia dónde voy?
— Última que vale por dos ¿Qué es la poesía para vos y qué poetas estás leyendo últimamente?
— La poesía para mí es refugio, un lugar en el que puedo resguardarme a pesar de todo y sin importar que pase. Y también creo que la poesía es alquimia, una forma de transformar lo que me pasa para aprender de ello y poder soltarlo al viento para que lo agarre otro. En cuanto a los poetas, últimamente estoy leyendo muchas poetas mujeres. Mary Oliver, Rupi Kaur y Silvina Ocampo fueron mis últimas favoritas.
Vuelo
El deseo y el acto,
las guerras y las retiradas.
Mi voz busca el viento, el sol,
el mar.
Mis pies atados a la orilla, dudas como anclas.
Mis anhelos, como el mar,
como el viento,
son vuelos y regresos.
Carteles
Me pregunto
si vos también verás mi nombre en lugares
y pensarás que es la forma que tiene la vida
de recordarte que había un lugar del otro lado del miedo,
aunque nosotros no llegamos a conocerlo.
Pez dorado
Ojalá vinieran un día a buscarnos a todos los perdidos.
Nos pusieran en una bolsita, con un poquito de agua.
Ojalá nos miraran por primera vez, con entusiasmo,
ojalá nos nombraran de nuevo.
Y nos soltaran, después de un rato, en el mar al que pertenecemos sin saberlo.
Luz de luna
Regué mis raíces,
en la noche de luna.
Podé las hojas muertas
me sentí aire nuevo,
amanecer de primavera,
Jugué en el espejo
a la sonrisa verdadera.
Me hice juramentos
anclados en las estrellas.
Una la noche de luna
comprendí que no era barco,
no había puente,
ni puerto al que llegar,
Nadie esperaba del otro lado del camino.
Esa noche de luna,
entendí de golpe:
El viaje era unitario y hacia adentro,
del otro lado de la orilla solo me esperaba yo.