Gambeteando los prejuicios: “Muchos piensan que la juventud está en una”

De chiquita le dijeron que no podía jugar al fútbol por ser mujer y eso le dio más fuerzas para seguir. Guadalupe Romero es jugadora de River, pero su camino estuvo plagado de obstáculos. Reflexiona sobre el lugar de las mujeres en el deporte, su generación y la educación, en la segunda entrega de La Juventud está Perdida, el suplemento de Ladran Sancho.

La pelota rueda sin parar. Le faltan algunos gajos por el desgaste de tanto patearla, pero todavía sirve para el picadito. La tierra se levanta con el pasar de los pibes corriendo de arco a arco. Entre esos pibes del barrio, que se juntan en la plaza de la esquina, aparece una niña.

Guadalupe Romero ama el fútbol y quiere ser jugadora profesional. Es lujanense, tiene 16 años y desde que se acuerda juega a la pelota. Primero en la calle frente a su casa del barrio La Palomita. Sola o con su hermano, pero siempre con la pelota abajo del brazo. Tiempo más tarde se divertía en la canchita de la esquina con los pibes de la cuadra, descalza y sin prejuicios.

Tiene potrero, ahí desarrolló una habilidad envidiable, pero sobre todo la humildad que la acompaña en su recorrido. De voz bajita, respetuosa y alegre, siempre está con ánimos de ayudar a los demás. Son valores con los que creció y que le inculcaron desde piba.

A Guadalupe todo le costó el doble. No por falta de talento, sobresale en la cancha por su destreza, sino por el simple hecho de nacer mujer. Lo vivió cuando tenía apenas siete años y sin entender el por qué, le dijeron que no podía jugar con sus amigos que se habían ido a probar a la escuelita de fútbol Santa Elena.

“Es mujer y los varones son muy brutos, le pueden hacer mal”, fue la respuesta del presidente de la escuelita ante el pedido de la niña de  sumarse al equipo. Guadalupe siguió yendo a acompañar a sus amigos a las prácticas y veía los entrenamientos detrás del alambrado, esperando a que en algún momento la dejaran jugar.

Ramón fue su primer DT. Confió en ella y la invitó sumarse a los entrenamientos. Una tarde la vio sentada en los tablones mirando cómo sus amigos se divertían. “Ese día faltaron algunos chicos a la práctica y Ramón me dijo que entre. Me vio jugar y me dijo, ‘vos tenés que jugar acá. Vos seguí viniendo que yo me encargo de hablar con el presidente’. Ese día me fui re contenta para mi casa”, recuerda Guadalupe, mientras mira fijo la cancha donde todo comenzó.

―¿Considerás que las mujeres ganaron una batalla importante para que hoy el fútbol femenino esté instalado?

―Yo creo que sí. Fue muy difícil romper con todo eso. Yo era la única mujer en la liga de ACIFO y al principio me daba cosa. De a poco me di cuenta que me gustaba y que era lo que me hacía realmente feliz, por eso no me importaba lo que decían los demás.

―¿Qué fue lo que te ayudó a sobrellevar esos momentos?

―Mis amigos fueron muy importantes porque me alentaban para que siga yendo. Fue complicado. Hoy las chicas chiquitas creo que no pasan tanto por esas situaciones, por las peleas que dimos y ganamos en su momento. Hoy hay escuelas formativas, los principales clubes de la ciudad tienen fútbol femenino y eso a mí me pone muy contenta. A todas esas chicas que hoy en día quieren jugar al fútbol y no se animan, yo les digo que vayan y lo intenten y que no les importe lo que le digan, que disfruten de hacer lo que les gusta.

Cuando llegó al límite de edad para participar de los torneos de ACIFO, el camino de Guadalupe siguió ligado al fútbol. Es ahí en donde quiso probar algo más importante y sumarse a jugar en cancha de once. Primero tuvo una prueba en el Club Luján, aunque después se terminó inclinando por Flandria, donde se destacó en la Liga Mercedina de Fútbol, dándose el gusto de convertir un puñado de goles. En la posición de enganche, o a veces de cinco, la piba de La Palomita dejaba destellos en la cancha que daban cuenta de su clase, cuando con catorce años ya integraba la primera división del club Canario.

Un día se enteró por su hermano que el Club Atlético River Plate estaba realizando pruebas de jugadoras. Decidió inscribirse e ir a buscar su sueño.

“Me acuerdo que me dijo: ‘Pá, mañana tengo que ir a River a una prueba’. Yo la acompañé siempre y ese día nos levantamos muy temprano y nos fuimos para allá”, cuenta Gabriel, su padre, y pieza fundamental en esta historia. Guadalupe recibió la buena noticia de parte del cuerpo técnico del Millonario, y quedó en el equipo sub16.

Por más que deseaba profundamente que su hija pueda ser considerada para entrenar en el equipo, esa vez Gabriel esperó una negativa. No podía bancar semejante gasto, entre traslado y algún refrigerio para después de entrenar. Sin embargo, con la admisión para seguir yendo a entrenar, fue ahí que decidió salir a hacer changas.

Su padre no duda: “Guada es una guerrera. Tiene una constancia increíble. Llueve, truene, ella va a entrenar igual. Su sueño y el nuestro es el mismo: que pueda jugar a la pelota. Ella nació para jugar al fútbol”.

Gabriel es empleado municipal y también toma otros laburos fuera de su horario, para poder bancar a su familia. El mango alcanza con lo justo y durante un tiempo tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para viajar hasta Núñez.

―¿Qué concepto crees que tienen las personas más grandes sobre las nuevas generaciones?

―Piensan que estamos en una. He escuchado decir que tenemos poco futuro. Las generaciones van cambiando. Yo veo que muchas veces se juzga por la manera de vestirse, porque a las chicas les gusta salir más descubiertas, pero es algo que va cambiando. A mí por ejemplo me gusta vestirme deportiva. Para mí está bien que cada uno se vista como quiera o se sienta cómodo. La gente muchas veces le presta más atención a los demás y no vive su vida y eso le puede afectar al otro. Creo que a veces necesitamos tener más oportunidades en todas las áreas.

Hoy Guadalupe se toma todos los días el 57 hasta Palermo, con su bolso cargado de sueños y la alegría de poder hacer lo que ama. Durante un tiempo caminó unas quince cuadras desde Avenida Cabildo hasta el predio de River en la Avenida Lugones, para ahorrarse unos mangos. Hoy toma un colectivo que la deja más cerca, gracias al apoyo del Municipio de Luján que le permite reducir algunos de los gastos.

Humilde, a veces tímida, graciosa y ocurrente. Guadalupe también se destaca en sus estudios, donde pudo construir un buen grupo junto a sus compañeros, que también la apoyan en su camino. Si bien muchas veces tiene que retirarse antes del colegio, tiene muy en claro que debe terminar la escuela:

―¿Cómo ves el rol de la educación en los más jóvenes?

―Creo que la educación es muy importante para poder construir un futuro. Mi viejo siempre me dejó faltar a la escuela o irme antes para poder entrenar, pero me dejó en claro que la escuela la tengo que terminar. No se trata solo de estudiar, sino también de ir construyendo valores que después nos van a acompañar en la vida. Poder formarnos nos ayuda a progresar, a crecer como sociedad. Como juventud necesitamos tener valores claros y concretos y una visión de futuro. Creo que en la educación está la respuesta a esto.

Con un camino largo por delante, la piba de River sabe lo que quiere: “El fútbol para mí es alegría, es familia. A mí me representa y es lo que amo hacer. Mi familia es re importante en todo este proceso, porque siempre está ahí, acompañándome. Me siguen a todos lados y me ayudan un montón”, destaca sobre el acompañamiento de Gabriel y su hermano.

Entre sus metas, sin dudas que hay una que se destaca: “Me gustaría poder llegar a jugar en la primera de River, pero mi sueño es poder jugar en la Selección Argentina”.

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