Cuando todo era preocupación y desesperanza en aquel convulsionado cambio de siglo con crisis económicas y una creciente marginalidad que dejaba a cada vez más familias afuera, todavía había quienes escribían, cantaban y bailaban. La Murga uruguaya lo dice sin perder la prosa: “la eterna madrugada y la oscura clarinada”.
Fueron tiempos difíciles, marcados por la incertidumbre, cuando una murga uruguaya empezaba a abrirse paso con fuertes denuncias al sistema que arremetía con crueldad sobre la gente que vive de su laburo y lo hacían con una alegría descomunal.
Por entonces estaban “las murgas que te hacían reír, y las que te hacían pensar”. La Catalina se construyó como una síntesis y reclama con alegría su derecho al pensamiento crítico, en la Involución de las Especies, el espectáculo que presentaron durante los carnavales en el conurbano bonaerense, exponen todas las miserias humanas y a carcajadas, el público puede transitar estados de ánimo de los más diversos.
Ladran Sancho les roba unos pocos minutos que se transformaron en una largo rato de charla hasta que llegó la hora del maquillaje. “Fue una especie de juego” recuerda Yamandú Cardozo, hermano del letrista de varias comparsas, Tabaré; sobre como comenzaron a andar aquellos botijas de unos veintitantos años. Más de 20 años después, Agarrate Catalina es una de las murgas más destacadas en América Latina y ahora, están a punto de subirse al escenario en la ciudad de Luján.

-¿Cómo fue el comienzo de esta aventura?
-A fines de los ´90 y principios de los 2000, se habilitaron algunos espacios, muy pocos para gente de menos de 30 años. Tabaré ya escribía para varias murgas y yo andaba por ahí haciendo de utilero y empezando a jugar. Lo poco que había para la juventud pasaba por las murgas y había una condición en los programas del gobierno que pedía que cada agrupación tuviera al menos dos gurisas si era de hombres y al menos dos gurises si era toda de mujeres. Esa decisión política yo siento que cambió el carnaval y que permitió que las chiquilinas puedan ingresar a un mundo que era casi únicamente de hombres.
-¿La participación de mujeres en las murgas se da mientras se estaban armando como proyecto?
-Sí, Agárrate Catalina se construye con estas chiquilinas. Mirá, en un 8M hicieron paro y nuestras compañeras se plegaron y pidieron que los hombres no supiéramos las partes de las letras que a ella les tocaban para que al ausentarse se notara su ausencia. Fue rarísimo tocar sin ellas y créeme que se notó. Agarrate Catalina es con ellas desde la misma fundación.
-¿Nos comentas que son las murgas de Las Tejas que ustedes reivindican en sus letras?
-En Las Tejas, un barrio hermoso de laburantes de Montevideo, surgieron a fines de los ´70 y principios de los ´80 lo que podríamos llamar las “murgas ideológicas”. Era el final de la dictadura y el comienzo de la democracia. Esas murgas reclamaban su derecho a caricaturizar. Un ejemplo es “La Soberana” que, sin adoctrinamiento, salen a cantar lo que piensan. Durante la dictadura no hubo murgas que cantaran contra la dictadura porque hubo mucha censura. En esto de la grieta que está en todos lados se dividió, en esta cosa binaria, como las murgas que te hacen pensar y las que te hacen reír. Muchas de ellas fueron cooperativas también. Estaban distanciadas del carnaval, se juntaban de forma clandestina y cobraron una potencia increíble porque cantaban cosas frente al poder. Se llevaron presos a murguistas y no paraban. Hablamos de gente que se jugó la vida por cantar por la libertad y la justicia.

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El primer recuerdo de una murga sonando en el oído de Tabaré es de La Soberana. Aquel recuerdo lo remonta a la casa de su abuelo, donde con una aguja y un cartón imitaban una vieja vitrola para escuchar murga prohibida. Yamandú recuerda que ese disco zafo de muchos de los allanamientos que se hicieron en la casa de un preso político.
¿Por qué decidieron conformarse como cooperativa habiendo tantas figuras legales para el trabajo?
-Porque nunca fue de nadie. Yo jodí a todo el mundo para armarla porque viviendo con mis padres tenía teléfono y llamaba a cada rato para juntarnos. Pero nunca estuvo en los planes de nadie ser dueño así y sí teníamos esa idea de lo colectivo. Lo personal debe estar ligado a la comunidad, al otro a la otra. La Catalina es nuestro universo en escala, así pensamos el mundo, de forma colectiva, construido por muchas miradas y cabezas y así armamos nuestro proyecto. Después aparecen cosas concretas que nos dan dignidad, como tener seguridad social, por ejemplo, y por cosas simbólicas también. Yo vengo de una familia de laburantes y mi carnet dice: “Artista”. Y yo me ganó la vida así con dignidad.
-A diferencia de otros proyectos más individuales, el trabajo cooperativo da grandes satisfacciones, pero también requiere de mucha voluntad y esfuerzo. ¿Qué aprendizajes aparecieron en estos 20 años?
-Sí, a veces nos agotamos. Tenemos que hacer una asamblea para ver los horarios y entonces convocar a otra asamblea para definir el estatuto de todas las otras asambleas del año (Risas) pero necesitamos hacerlo así. Encontramos una vuelta superadora con la Cooperativa que es moviéndola, rompiéndola a cada rato para rearmarla. Entendimos que nuestra solidez no pasa por la rigidez, cuando intentamos parangonar todo nos hicimos pelota con estatutos inamovibles que generan injusticias. Hoy hay un grupo, que lo llamamos Plan Bombero que está para todas las funciones, que suma puntos que se traduce en dinero según la participación y otros compañeros que vienen cuando pueden, cuando quieren o cuando les permite otro trabajo que puedan tener. Tenemos un elenco estable. Costó, pero siempre con el mismo norte solo hemos tenido que cambiar de ruta según las condiciones y pensar nuevas formas de navegar. En el aspecto legal cumplimos con lo que los organismos piden. Todo en regla. Pero la vida interna de la Cooperativa es otra cosa. Quiero decir que se escriben las reuniones de octubre, aunque estemos en febrero. Ahí vamos corriendo de atrás a la burocracia, pero el debate es permanente, con audios de 14 minutos que llegan después de una reunión de horas.
-¿Para definir los nuevos espectáculos también realizan asambleas?
-Tenemos diferentes comisiones, donde intentamos conjugar voluntades y la idoneidad. Nadie entró a La Catalina sabiendo nada. Cada cual se volcó a diferentes áreas por voluntad, por ganas. De a poco nos fuimos descubriendo y potenciando. Con las letras recogemos las opiniones y opiniones de todas las barras. Y todos están invitados a participar de las diferentes comisiones. Y también acordábamos que en cuanto a las diferencias estéticas y artísticas que la murga confié en sus compañeros y sino que se sumen a laburar a las comisiones.

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En la actualidad todos y todas las artistas de la Catalina son cooperativistas, también buena parte del personal técnico y de maquillaje. Siguen procedimientos democráticos para generar acuerdos y consensos que arriba del escenario se traducen con una naturalidad que solo puede despertar aplausos y carcajadas. La organización es fundamental para evitar que la “horizontalidad absoluta impida el avance” dice Yamandú. Hay que aprender a delegar y confiar en el colectivo. También hay que generar criterios y mecanismos. Una mesa de letristas ofrece opciones al resto que aprueba o pide modificaciones en los guiones hasta sentirse representado en el concepto que quieren comunicar. Paso fundamental en la Murga que tiene una fuerte apuesta ideológica en sus espectáculos.
-La posición política de La Catalina es clara, muchas veces asociada a la izquierda uruguaya, pero también con críticas. Es complejo en esta coyuntura, ¿Cómo se paran frente a esto?
-Es que así se da nuestra vinculación filosófica con el universo de la izquierda. Para nosotros la salida de este mundo injusto debe ser colectiva, en comunidad, y quién mejor refleja eso es la izquierda. No ocultamos eso, pero tampoco lo vivimos como una relación dogmática. Somos artistas, necesitamos decir lo que sentimos sin que nadie nos lo dicte. Quizás otros pueden, pero nosotros no queremos ser el brazo artístico de nadie. Tenemos una familiaridad ideológica con el Pepe (Mugica), por ejemplo, pero no nos impide hacerle una crítica o caricaturizarlo.

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“Hace un tiempo te lo dije y te ofendiste. No entendiste o no me supe expresar. Me acusaste de ser tibia y de derecha, de querer acomodarme y de transar. Por las dudas te lo digo nuevamente, por si fue medio confuso aquella vez: tengo el puño levantado de la zurda, pero no me pongo el balde y puedo ver. Yo no quiero defender lo indefendible, yo no quiero resignarme a lo que hay, yo no quiero disciplina partidaria ni autocrítica pasteurizada y light”, la Catalina reclama por una izquierda del futuro, una izquierda no dogmática y basada en libretos antiguos.
– Como a todo el mundo que ensaya una crítica, La Catalina debe haber recibido críticas por “favorecer a la derecha”. ¿No?.
– Por supuesto. Pero nosotros nos preguntamos en el espectáculo cuando fue que la derecha aparece como sinónimo de futuro si siempre fue lo conservador. No fue por nuestras críticas que pasó eso. Hay cosas que no pueden ser que vemos y no vamos a dejar de cantar por los derechos de las minorías y las libertades. Hay hilos muy finitos en los que si críticas de más ya sos un traidor, pero nosotros no estamos para decir que todo está bien. Muchas veces nuestras urgencias por contar cosas en un espectáculo no se corresponde con lo que la política tiene como agenda. Cuando pasa eso tenés que elegir.
-Parece que nada escapa a la grieta, en este espectáculo que están presentando se aborda el tema con mucho énfasis…
-Nosotros estamos tratando, desde nuestro lugar, de cuidar el entramado social. Porque con qué derecho nos ponen en frente de la vecina porque repite el discurso de derecha o pego un manotazo en la mesa del domingo y no me hablo más con mi tía. Si es esa la gente que nos sostiene. Esa pelea de peones por un rey que a su vez es peón de otro rey y en otro tablero superior está mal. Yo creo que la izquierda pecó de eso, de sobre politizar y decir que sabe más y que el otro no entiende y no puede ver que los sectores populares se están volcando a la extrema derecha y el discurso de la mano dura. De la grieta salen los monstruos mientras nosotros estamos en dos tribunas enfrentadas, matándonos.
-¿Qué debería hacer la izquierda?
-Estratégicamente, las izquierdas tendrían que zurcir las grietas para volver a encontrarnos y darse cuenta de que discursos radicalizados con gobiernos que dejan gente afuera es una gilada. Creo que hay más coraje en volver a encontrarnos que en tirar piedras como locos.
Cuando están en Luján?