El rap como trinchera frente a las desigualdades: “No queremos perder cosas por las que salimos a pelear a la calle”

Kei y Forty le dan forma a Nenas Zantas. Son amigas hace tres años y buscan construir un proyecto mucho más amplio. Qué piensan y cómo viven esta coyuntura particular, en la quinta entrega de La Juventud Está Perdida, el suplemento de Ladran Sancho.

“Vi una chica linda, toda tatuada y me acerqué. Me pareció raro, porque yo conocía a todos los que viven en el barrio”, recuerda Victoria, sobre algún día de 2020 mientras esperaba para hacer sus compras. No fue cualquier día, en una de las verdulerías del barrio Lanusse fue el primer escenario donde se cruzó con Casandra.

El destino, la coincidencia y la amistad hicieron que muy rápido se dieran cuenta que tenían muchas cosas en común.

Esa misma tarde estaban juntas, hablando sobre lo que más las unía: la cultura del underground, el hip hop y el rap. Cayeron en que vivían a dos cuadras de diferencia, y compartir el barrio hizo que empezaran a pasar mucho tiempo juntas, proyectando, rapeando, creando.

Casandra tiene 23 años, nació en Capital Federal, pero se crió en Navarro. Luego de girar por diferentes puntos de la provincia, llegó a Luján en 2020, le gustó la ciudad y se quedó. Su mamá, bibliotecaria; su papá, carpintero, artesano y apasionado por la música. Los libros, las artesanías y la música fueron la escenografía de fondo de su niñez. “No recuerdo en qué momento me empezó a interesar el arte. Creo que ya nací así, por defecto. Predeterminada artista”, se define.

 

Victoria tiene 21 años, nació en Luján y desde chica siempre le gustaron las manualidades, la pintura y la poesía. El arte siempre lo utilizó como un vehículo para expresar sus sentimientos y su estado de ánimo. Pinta, baila, grafitea y rapea para poder descargarse y contar lo que le pasó en el día, en la semana: “Me gusta la naturaleza. Soy muy de los sentimientos, entonces lo artístico es mi medio de expresión”.

―Son dos mujeres en un ambiente dominado por los varones. ¿Se siguen sintiendo las desigualdades?

Nenas Zantas― No se puede romper con lo establecido. El nuevo tren es la incomodidad. Esa incomodidad que yo generaba en esas personas, era un indicio de que estaba haciendo lo que me gustaba. Siempre tuvimos que plantarnos el doble y hacer el doble de mérito para mostrar que lo hacíamos bien, solo por ser mujer. Muchas veces te quieren desacreditar todo lo que caminaste. Algo del hombre le impide aceptar que la mujer puede hacer las mismas cosas y que lo puede hacer mejor. Pasa en todos los ámbitos. Ser mujer, no serlo, es indiferente. Todos tenemos que hacer lo que nos gusta y mirar mucho más allá de lo que está aceptado socialmente como “lo que está bien”.

 

La cultura del hip hop les llega desde chicas y, dentro de ese mundo, especialmente el rap. Cuando tenía once años Casandra recuperó su compu luego de varios meses en reparación. En sus ratos libres, dejaban que la use para escuchar música y jugar. Así encontró algunos videos que el técnico había descargado de Eminen y Snoop Dogg: “Lo primero que pensé fue, quiero una remera así de larga, que me tape las rodillas”.

Victoria también escuchaba a Eminem, a Michael Jackson y a los raperos españoles que le contagiaron el amor por el género. Así le surgió el deseo de hacer música. Viene de familia laburante y no recuerda una presencia especial de la música en su casa.

―¿Qué cosas les preocupan?

NZ -Estamos muy individualizados, muy separados del mundo. De esa preocupación, lo que nace es hacer una comunidad fuerte en la que sea fácil comunicarse, compartir ideas aunque sean diferentes, en un entorno sano. Es súper importante generar eso.

―Muchos dicen o piensan que la juventud está en una. ¿Consideran lo mismo?

NZ– En gran parte sí, la juventud está en una. Vivimos en una sociedad muy consumista, los chicos necesitan comprar algo para divertirse, ya no es salir a jugar, sino salir a comprar. No se miran a los ojos, están con los celulares, no se hablan o se ríen porque se comparten memes, ya no se cuentan chistes. Somos una juventud muy atravesada por la tecnología. Solo importa lo que está pasando acá [señala el teléfono] y qué me importa lo que pasa en el barrio, qué mierda me importa lo que está pasando en Palestina si a mí no me va a caer una bomba en la cabeza. Sí, estamos en una, pero también en muchas otras, en donde la juventud no estuvo. Esto se contrarresta creando espacios de interés en lo que cada uno se desarrolle o hablando de lo que no se habla. Creando lugares donde no haya palabras prohibidas y que lo principal sea el respeto.

 

Además de la música, el mundo artístico se amplía cuando las Nenas Zantas no están juntas. Casandra incursionó por la pintura, por la fotografía, la escritura y el grafiti, a lo que se suma un curso de cerámica que comenzó hace poquito. Victoria trabaja como niñera, estudia abogacía y le dedica tiempo a su moto. Ambas comparten el gusto por los videojuegos y cocinar.

No hay día en que no escriban al menos una parte de alguna de sus canciones. “Escribo muchos temas para mis amigas, para las chicas. De como nos ponemos re lindas para romperla entre nosotras, como nos bancamos, nuestros gustos, nuestras movidas, como juntamos plata para estar mejor, para mimarnos entre nosotras, como la resolvemos sin dos pesos, nuestras conquistas del día a día. También escribo lo que pasa en mi familia, en mi vida, en mi cuerpo, todo se escribe y se va en un par de barras”, comenta Casandra.

El corazón de la movida under es su carácter autogestivo. Mientras nos dicen que donde no hay mercado no debería haber nada, la cultura popular no para de crecer. Parte del laburo es bancar los gastos para ir a tocar, juntar los pesos para grabar su música, y todo lo que ingresa de un show, primero sirve para bancar a quienes les dan una mano y laburan con ellas.

“Soñamos con tener un equipo de artistas que tengan la misma predisposición que nosotras para hacer arte. Necesitamos alguien que nos produzca. Poder bancarnos entre nosotres y darle laburo a muchas mujeres”, comentan con la mirada puesta en el futuro y aunque saben que la mano viene dura, no se negocia el pago a quienes resuelven una producción o dan una mano en alguna fecha.

―¿Creen que es importante que la juventud hable de política?

NZ―Tenemos en claro la historia que vivimos como país, lo que no queremos que vuelva a pasar y lo que queremos que siga creciendo. Para nosotras es re importante, en los lugares, en los espacios que compartimos, poder hablar de política. Muchos deben pensar que somos re rompe bolas, pero el rap es política también. No te tenés que pelear con nadie, ni ser fanático, sino escuchar al otro y que te escuchen. Si vivís en la negación, después de grande te vas a encontrar con una realidad que no te favorece y no vas a entender que pasa.

―En ese sentido, ¿qué les generan las propuestas de Javier Milei?

NZ―Miedo. Mucha preocupación. La gente no se da cuenta que van a ser atravesados por todas las propuestas de este hombre. No puedo entender el cinismo de algunas personas, de decir “que todo explote y si la economía está bien, mi papá no va a tener que ir a un hospital público”. Eso no va a suceder y se van a acortar un montón de posibilidades. Vamos a ir para atrás, perder cosas por lo que tuvimos que salir a pelear a la calle, da mucho miedo. Nos sentimos seguras, por ejemplo, porque tengo un calendario de vacunas gratuitas, porque tengo educación gratuita. Sí, hay que trabajar para mejorar muchas cosas, pero no destruirlo y tirarlo a la basura.

El rap como herramienta política les sirve para decir lo que otros no dicen. Para plantarse en espacios donde las mujeres y disidencias no predominan, pero siguen luchando por ser reconocidas. Era habitual pararse en un escenario, o en una competencia de freestyle y tener que enfrentarse a burlas y críticas, a los argumentos machistas y misóginos que intentaron callarlas.

―Hace unos días se realizó una nueva marcha del orgullo en Luján, de la que participaron. ¿Qué opinan sobre esa lucha y que mensaje le dejan a la sociedad?

Casandra―Cuándo yo era un poco más joven no se hablaba de la homosexualidad de un compañerito de la escuela, lo hacían formarse diferente, en otra fila. ¿Qué locura, no? Yo, si me preguntás por mi sexualidad, no sabría qué decirte. Mi primera novia fue una chica, mi segundo novio fue un chico, como también me enamoré de una chica trans, de un chico trans. Muchas veces no me siento dentro de la comunidad porque no me siento apedreada por la sociedad. Pero sí voy a ser de las primeras personas en salir a defender a un amigo, a una amiga, un amigue, si está en una situación en donde está siendo desfavorecido y sus derechos no están siendo cumplidos. Si tengo que salir a la calle a marchar, lo voy a hacer con todo el corazón. Sigue pasando que te cagan a palos en un boliche por ser gay. ¿En qué mundo? Hay que ir en contra de eso. Hay que ser fuertes, armar comunidad y que la hagan crecer. Que se apoyen en las demás disidencias, en el arte.

―¿Con qué mundo sueñan?

Casandra― Antes de irme a dormir sueño con despertarme en un mundo en donde mis plantas están grandes, hermosas, coloridas y cuando salgo a la calle, la cajera te habla mal, respira y te dice: “Disculpame, es que tengo un problema muy choto en mi casa”. Cuando no entendemos qué nos está pasando, hablamos mucho entre nosotras y tratamos de buscarle una solución juntas. Ese es el mundo que me imagino. No te estoy hablando de una utopía enorme, pero algo tan simple como la inteligencia emocional. Yo creo que en los coles no te enseñan a respirar. Yo lo aprendí por una YouTuber que vi como en 2015 y me ayudó a superar mis ataques de pánico y pesadillas y eso repercute mucho en el cuerpo, en la mente y en tu vida.

 

Con mucho camino por recorrer y sueños que las ayudan a seguir transitando por este sendero sinuoso, el horizonte está muy claro y es poder dedicarse de manera profesional a la música. Con un público muy fiel que las acompaña en cada presentación, proyectan una fecha en Mercedes, antes de que se termine el año, para seguir amplificando ese mensaje y siendo representantes de las minorías, de los y las oprimidas, de aquellos y aquellas que no tienen voz.

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