Engañifa:
cosa que tiene una apariencia de calidad,
valor o utilidad y resulta engañosa.
“Un aristócrata club de mar, un juego de poder, pactos y códigos arrasan la condición humana. Una minuciosa descripción en llamas…” así se presenta el reestreno de la puesta en escena de Liliana Motto sobre el texto “Ala de criados”, de Mauricio Kartún. Este sábado 20 de mayo, tendrá lugar la tercer función, y el ciclo cerrará el sábado 27 de mayo.
A la cita en el Teatro el Galpón, asistió la docente de literatura y escritora, Julieta Galliano, y acercó la siguiente reseña crítica para Ladran Sancho:
En Teatro El Galpón de Luján se metieron con un texto complejo. Es que Ala de criados de Mauricio Kartun es, en esencia, un texto ambicioso. No solamente por los constantes y rebuscados juegos lingüísticos, sino también por las alusiones literarias, históricas y políticas. Podríamos suponer, entonces, que solamente un público erudito disfrutaría la obra. Pues no, porque esta permite múltiples lecturas, todas lícitas. Es que en su complejidad existen mecanismos que actúan a nivel del índice, de lo no dicho. Es decir que el placer tiene que ver con la construcción personal que cada espectador, activamente, debe hacer de lo observado. El público está obligado a imaginar, a completar. A crear.
La obra transcurre durante la llamada Semana trágica. En enero de 1919, la huelga de los obreros metalúrgicos de los talleres Vasena, después de una feroz represión en la puerta de la fábrica de Nueva Pompeya, se transforma en una huelga general que conmueve a la Ciudad de Buenos Aires con movilizaciones de masas, barricadas y enfrentamientos con las fuerzas represivas, y el despliegue de una gran espontaneidad, combatividad y solidaridad obrera y popular.
Kartun imagina que un trío de jóvenes aristócratas juega a la guerra mientras practica badmington, nada en aguas marplatenses y practica tiro a la paloma. La enorme roca que ocupa el escenario (usada originariamente en el estreno de la obra, en 2009, y donada por el mismísimo Kartún) es evidente manifestación de esta clase monolítica, aferrada a antiguos ideales, ridícula y decadente. Los tres niños -como los llama Pedro, el peón desclasado- no hacen más que darnos ganas de subir al escenario a enseñarles a no ser tan estúpidos. Tan patéticos, tan extravagantes, tan pedantes: tan inútiles.
Frente a estos personajes, el peón, aparece como un sobreviviente. Pedro Testa es cuentapropista y conseguidor, hijo argentino de inmigrante italiano, cuya lucidez pragmática en la lucha por la vida no se horroriza frente a las acciones más aberrantes. Todos nos sentimos un poco Pedro. Porque es la representación de la clase media en la que reconocemos la visión del mundo de nuestros abuelos y de nuestros padres. “Todos hacemos engañifa”. Sin embargo, esta identificación no nos acerca a él. Porque en pos de su desarrollo económico, este personaje se envilece ante los ojos del espectador. Pedro traiciona. Se traiciona.
Mientras asiste a sus monstruosos y encantadores patrones en sus ridículas acciones en nombre de la Liga Patriótica, (es capaz de asesinar anarquistas, de incendiar imprentas, de matar la caballada indefensa del vasco Berenstein, su amigo y cliente, por cumplir con el encargo de los Guerra), va vaciándose de ideales y mostrándose como víctima y victimario de una realidad social, política y económica que trasciende épocas y países.
El humor parecería imposible en medio de estas funestas condiciones. Sin embargo, la parodia es la condición necesaria para resistir lo que el propio Kartun denomina “un teatro del ladrillazo a la vidriera”, que expone cómo funciona el mundo políticamente.
La puesta en escena bajo la dirección de Liliana Motto, resulta impecable. Nos hace vivir en el aquí y el ahora las pasiones de estos personajes, sus miserias, sus dolores.
Los monólogos de Tatana, la más varonil de los aristócratas en decadencia, encarnada por Julia Suescun, es consistente. Se muestra sólida interpretando textos complejos y extensos. Y, a pesar de la soberbia del personaje, a veces dan ganas de abrazarla, de decirle que es digna de más. Es que, en definitiva, la “niña” es simplemente una mujer, sometida por serlo.
Guillermo Turco, tiene un desempeño sobresaliente en su construcción clownesca de Emilio, quien sostiene la atención del público en cada uno de sus gestos. Es desopilante, implacable en su sátira.
Marcos Paterlini es Pancho, el seminarista expulsado del Liceo Naval por discriminación, es menos vehemente que Emilio, pero sus intervenciones son efectivas producto del contraste con la hilaridad del compañero. Su mesura no le arrebata la solidez de un discurso penetrante, realista.
Y Pedro. El varonil, bestial y salvaje Pedro. Interpretado por Matías Tagliani, quien construye un personaje discursiva y físicamente convincente. Seduce por la discordancia con los otros tres, quienes caen rendidos a sus pies. Su monólogo final, es implacable. Se muestra desnudo, honesto, vulnerable.
Esta versión de “Ala de criados”, es imperdible. El elenco, de la mano de una dirección certera, nos conmueve poniendo en evidencia los mecanismos íntimos de las relaciones de poder en todos los ámbitos de la vida.
En palabras de Pedro Testa: “Ala de criados” suena “PA, como un disparo infalible”. En términos metafóricos, claro, como diría, muy a su disgusto, Tatana.